12.6.10

Luz

Me gustaría abrazarte.
Me estremecí cuando recordé tu rostro.
Cuando vi el miedo, vi ese "por favor no me digas que.."
Pero lo dije.
Las palabras salieron de mi boca y te hirieron como nunca antes nada te había herido.
Porque nunca antes habías sentido algo así.
Soy tu primer todo.
Fui.
Soy.
No lo sé.
Se te terminaron de llenar los ojos de lágrimas. Sentí cómo se movían todos tus engranajes en tu cabecita loca mientras buscabas la manera de solucionar MI cabeza loca. Mientras buscabas la manera de enmendar algo que no podías enmendar.
Vi la desazón, la desilusión, el dolor. Mezclados con esperanzas, intentos, "ganas de".
¿Pero qué ibas a hacer vos sin mi parte?
Nada.
Por eso te enojabas. Porque no había nada que pudieras hacer. No querías rendirte. Para nada.
Terca, cabezadura que sos.
Perdoná que te hago mal, perdoná.
De verdad te quiero.
No sé cómo hago, siempre encuentro la manera de arruinar las cosas.
Y te juro que no iba con intenciones de arruinarlo, sencillamente pasó.
Deja de llorar dale.
Sí, reíte de alguna tontera, como estas haciendo ahora, mientras se te caen las lágrimas.
Sé que tenés ganas de gritar por este sufrimiento que te causo.
Perdón.
De repente me miras firmemente, preguntándome cómo hacer, si no hay manera de repararlo. Te digo que no.

Tus ojos me reflejan tu confusión. Tu confusión en todo. No entendés por qué, no entendés para qué; no sabés si irte, si quedarte; no sabés si querés golpearme o besarme hasta que se acabe el tiempo a mi lado; no sabés si querés dormir y no despertarte nunca; no sabés si querés ir a la cocina a llorar solita un ratito o verme dormir ya que es la última vez que vas a poder; no entendés por qué te dije que te amaba con tanto ahínco si así de fácil pierdo mi amor por vos; no sabés cómo alguien es capaz de perder algo tan importante tan rápido, tan fácil.
Quisiera ahorrarte un poquito de esta pena. Pero sólo un poquito, porque sé que después de todo esto es útil para tu vida. Esto es crecer. Es salir de la burbuja.
Sos joven. Te queda mucho por delante pendeja.
Van a venir miles después que yo.
Pero no querés tus miles, ya lo sé. Sólo me querés a mí.
Podés tener personas que sean como mil soles, pero vos sólo querés este solcito.
No entiendo por qué. Mirá lo que soy, mirá lo que hago. ¿Cómo podés seguir queriendome con lo que te causo?

Con las horas y el "sueño" cambió un poco tu humor. Me sonreías un poco más. Pero lloraste toda la noche. No querías que se hiciera la mañana. Te hubiese gustado que todo sea una pesadilla. Te dijiste a vos misma "quenosearealquenoseareal" como un ferviente deseo interno, y entendiste esa sensación por primera vez en tu vida. Si te decía algo que te chocaba o que te tocaba adentro en algún punto llorabas también. Cuando te vi así no supe si lo que había hecho estaba bien o estaba mal. Durante un momento sentí que en algún punto de mi vida podía arrepentirme de esa decisión. Pero otra vez, vos sos joven, vas a poder con esto. Y lo hecho hecho está.

A vos el tiempo te pasó distinto.
Te dejé esa mañana con ese beso en esa esquina y caminaste sin saber a dónde ibas. Mirabas tus pies moverse un paso tras otro y no entendías por qué se movían. Hiciste una cuadra y media y enfrente de la sinagoga te quedaste paradita y volviste a llorar. Y no pudiste contener tu grito desgarrador. Y era desgarrador, ¿cómo no iba a serlo? La gente te miraba raro. Pero no te importaba. No te importaba nada. Caminabas lento, despacito despacito, como si fueras el minuto de hora muy muy muy larga. Llegaste a tu trabajo. Trataste de no llorar. Empezaste a atender. La voz te temblaba. ¿Qué carajo te importaba el cliente a miles de kilómetros? Pero a uno sí le importaste vos y te preguntó cómo estabas. Y te pusiste a llorar. Ahí mismo. No pudiste aguantarlo más.
Tu supervisora te sacó de la línea, te sacó las horas extras que estabas haciendo y te dejó irte a tu casa. Caminaste hasta la parada del colectivo, otra vez sin encontrarle el sentido a tu viaje. Ya no llorabas como un marrano, al menos no todo continuado. Mandaste mensajes a un par de personas. Incluida yo. Te subiste al colectivo miraste por la ventana y volviste a llorar. Los pasajeros te miraban moquear y a vos te importaba un carajo. Llorabas igual. ¿Por qué importaría el resto del mundo? ¿Ellos qué sabían?
Llegaste a tu casa, tus amigas fueron a verte, seguiste llorando.
Te lo guardaste para vos un día, pero al otro se lo contaste a tu mamá. Y al otro, a tu papá.
Todo se volvió monótono: el subte pasaba estación por estación y a vos te parecía gris, la gente te hablaba y vos la escuchabas, tomabas todo lo que te decían pero muy pocas cosas te llegaban. Típicamente releíste mis cartas, mis mensajes y algunos historiales de chat. Lloraste mucho otra vez. pero eso era lo que querías: llorar todo, y el lunes que viene estar bien de vuelta. Pero no.
No podías vivir. Aunque trataras, no podías mantenerte un día al menos, sin llorar un poquitito. No podías tener la alegría verdadera. No podías mantener la sonrisa en el rostro. Era tan falsa y tan vacía...
Primero te sentías gris, después te sentiste con un leve tono de blanco y luego vislumbraste un poquito del naranja. Pero en eso te quedaste. No podías ser más. Te faltaba algo. No comías, o comías poco y nada. Tenías un nudo en la boca del estómago, otro en la garganta para cada vez que hablabas de mí (cosa que dejaste de hacer porque ya no podías hablar de mí, ya no era tu novio) y además, tenías la sensación de un agujero negro en tu pecho como si de verdad te hubiese desgarrado parte de tu ser.
No tenías ganas de que fuese lunes, ni martes, ni el resto de la semana.
No te importaba que te dijeran que eras joven, odiabas eso. "Sos joven, vas a encontrar a alguien más" y yo sé, porque te conozco como la palma de mi mano, que por dentro gritabas "¡NO QUIERO A NADIE MÁS!".
Por otro lado, empezabas a sentirte más sola que nunca. No le contabas nada a nadie excepto a un amigo que justamente tenemos en común. Pero no era lo mismo. Nada que ver a chatear conmigo, a contarme a mí tus cosas. Entonces callaste. Callaste todo. Se acaba un día con mil cosas vividas que sólo vos conocías.
Te ibas a dormir y te faltaba tu mensaje en el celular. Llorabas un ratito. Abrazabas tu oso gigante, le agarrabas la manito y te dormías.
Te levantabas y empezabas otro día tratando de no llorar y de no mandarme mensajes, esos eran tus dos fines.
No era lo mismo...
Se te había ido tu magia, tu chispa, tu felicidad.
Encima, por algo que no podías controlar, por algo que no podías cambiar, pero que hubieses cambiado si hubieses podido, porque lo único que de verdad deseabas era estar conmigo con todo tu ser. Con todo tu ser.
Nunca entendí y creo que nunca voy a entender, cómo podés estar tan decidida por mí. Tanta resolución... cuando todavía te falta tanto por vivir... e igual insistís en querer estar conmigo. Terca. Cabezadura. Taurina tenías que ser. Hermosa. E hinchabolas. Perdoname...

Es que me cansé. Me cansé. Necesito tiempo. Pensar. Decidir.

Igualmente, no te costó mucho darte cuenta que lo mejor estaba en que habías vivido lo que tanto habías querido vivir. Y que mientras duró fue lo más lindo que te pasó en la vida. Porque fue todo lo que querías y más también. Y si no duró no fue por cosa tuya, y mal que mal vos aprendiste algo.

El que no aprendió mucho soy yo, pero ya voy a aprender, en eso estoy.

Nada es fácil. A veces me gustaría que las cosas fueran un poquito más sencillas.
Pero si le das para adelante a lo que querés, mientras lo quieras de verdad, es seguro que vas a poder.




Me volvió esta sensación en el pecho y recordé ese miedo.
Ese "por favor no me digas que..."; ese "quenosearealquenosearealquenoseareal"; "por favor que no se haga de día, que haya sido una pesadilla, por favor por favor".
Me puse a llorar.
No quiero pasar por eso otra vez.
Por favor.

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