3.6.20

Tarea

Tarea es una actividad, un ejercicio.
Un ejercicio para que mejores.
¿Para que mejores en qué?
Un ejercicio para que aprendas.
¿Para que aprendas qué?

Tarea es despertarme algunas mañanas.
Es desprender el cuerpo de las sábanas,
desabrojarme de la cama que me tiene ahí,
un cardo aferrado con ahínco amoroso.
Esa planta unida a la lona
que no se puede sacudir con nada.

Me causa gracia pensar en el verano.
Parece tan lejano. Este año no hubo verano.
No va a haber invierno.
Sabrá Dios si habrá verano nuevamente,
tal como se lo conocía en los buenos tiempos.
Por el momento, sólo tarea.

Tarea es abrir la boca.
¡Qué ejercicio hablar!
Científicos doctos en pesimismo automático afirman que es uno de los trabajos más hercúleos.
Superar la idea de que el afuera no te ve como te ves adentro.
Superar la idea de que no sos como te ves adentro.
Procrastinemos mejor.

No, nada de postergarnos.
Hay tiempos de entrega para las asignaciones.
¿Dónde está tu nivel de responsabilidad?
¿Es este el tipo de profesional que querés ser?
Me dijo tu boca en un sueño.
La miré estupefacta, esos labios secos, rajados, mientras el sonido llegaba a mis oídos.
Sin embargo el sentido no estaba del todo activo.
Hubo delay, dirían los sabios.
Un breve cortocircuito diría yo.
No funcionaba muy bien mi dispositivo receptor se ve.

Pero cuando me desperté me quede pensando
¿Es este el tipo de persona que quiero ser?

Se me traspapelan las tareas.
Las que hay que entregar, las que se me vencieron.
Estas fáciles saquemoslas de encima rapidito.
Qué tedio las que quedan por favor.
¿Por qué tanto quehacer?
Che ilusa, deja de quejarte.
La vida de estudio que tanto disfrutás tiene esto.
¿Por qué uno no se puede quejar de lo que pasa, más allá de que se disfrute de otras partes?
No existe una moneda de una sola cara.
¿Por qué es limitante?
Disfruto vivir (¿disfruto vivir?)
pero vivir también es ardua fajina, qué negar.

La tarea es conocerse.
La tarea es desafiarse.
La tarea es animarse.
La tarea es amarse.

Las otras tareas perecen, son los papelitos rotos en las aulas a fin de quinto año, desperdigados por las ventanas, volando por la ciudad, el horror de los barrenderos...
Todas se pierden frente de la tarea última (que paradójicamente debería ser la primera): ser feliz.