6.9.18

Centro

Me estaba yendo, pero en realidad quería permanecer ahí.
Iba cavilando, considerando el tiempo transcurrido desde la última vez que había transitado esas calles. Miraba todo para reconocer lo que seguía igual, lo que no. Los edificios que mantenían sus formas, los rubros de los locales, ese bar no estaba allí la última vez. De repente se cruzaba el recuerdo de una risa, o el de un intenso llanto un día de lluvia. Un cliché tras otro.
Mientras observaba con detenimiento, empecé a analizar los rostros de los otros transeúntes. Tan metidos en el círculo estamos que no sabemos ni cómo se ve el que tenemos al lado. Me acometió la idea de que todos esos sujetos que veía eran conocidos para mí. Un gesto acá, una mirada allá, esa nariz, ese peinado, estos ojos... todos familiares. Si eran familiares quizás yo también tendría un poco de ellos en mí.
Quizás por eso tuve que mirarte de nuevo. Fue como un juego, entre la marea de desconocidos conocidos, se había escabullido un conocido conocido. Concurrencia.
Definitivamente un motivo para reír. Fue como un juego, claro que en el medio de lo creíble lo increíble. ¿O al revés?
Seguí el camino pactado, no debía detenerme físicamente. La abstracción era lo único que podía permitirme en ese momento. Seguir sopesando probabilidades, posibilidades, a sabiendas de que del otro lado esas no existen. De este lado las cosas se dan de forma tan natural, resultan obvias. No hay coincidencias.
Pero qué voy a tratar de explicar. Las palabras juegan todavía mejor. Quieren hacernos creer que van a ser suficientes. Que son suficientes. 
Pero no, no lo son.