12.12.07

Duermo para morir - Crimen

Duermo para morir
La noche es testigo de mi tristeza
Ya no puedo vivir
La culpa me pesa

Tan sigilosa es la oscuridad
Quien ya sabe que no me debe despertar
Porque no quiero sufrir
Duermo para morir

Duermo para morir
Puesto que un crimen cometí
Con el fin de salvarme a mí
A otra persona herí

Se había acercado en el silencio
Yo jamás lo advertí
Sorpresivamente apareció
Y quiso apoderarse de mí
Duermo para morir

Duermo para morir
Pues mi cuerpo no puede olvidar
Únicamente el sol fue testigo de lo que viví
Y nadie me pudo salvar
Solo yo, al gatillar

Soy culpable del delito que cometí
De algún modo lo tendría que haber visto venir
Ahora solo recuerdo lo que sufrí
Y la ira se apodera de mí
Recreando el asesinato que incurrí

Duermo para morir

[I sleep to die
Cause I can’t see the sun]

6.12.07

Qué hago conmigo....... ?

Por qué?

Qué quiero hacer de mí?


No tengo un camino...


Lo que quiero no puedo tenerlo..

Qué busco conseguir ?

A dónde estoy yendo?


Con qué razón muevo las fichas de mi vida?


Qué quiero conseguir con esta nueva faceta de la imagen, engañando por doquier al que se cruza con mi apariencia?


Qué estoy haciendo conmigo misma?


A dónde carajo quiero llegar!?


Es un histeriqueo..

Estoy haciendo eso..


Qué estupida que soy..!!

Una ilusa, una boba, una tonta..

jugando, siempre jugando..

encubriendo..

simulando que me divierto para no llorar..


Pero por qué voy a llorar?

Las cosas no pueden volver a como eran antes.. jamás de los jamases.


Por qué no puedo asumirlo?

Por qué la angustia?


Por qué me cuesta tanto!?!



Por qué.. tengo un nudo en la garganta?

Por qué hoy no quieor verme con nadie?

Por qué tengo que escuchar música que me deprime justo en este momento?

Por qué...



Para qué?


Cual es mi fin?

Que alguien me lo diga ya porque los que tenía se me estan olvidando de repente...


[I Will Follow You into the Dark-Death Cab For Cutie]

5.12.07

II


La situación actual es por culpa meramente mía. por querer una aventura me subí en lo primero que se cruzó sin pensarlo mucho.

Y eso me llevó, a fin de cuentas, acá.

A esta habitación, oscura, con un toque macabro, viciada de aires negativos.

Y...¿En peligro de muerte?

3.12.07

Nightmare - Mi pesadilla


Si hay algo que no me gusta es que me cargoseen.


Me molesta los hombres que vienen y te tocan como si.. como si vos le fueras propia...no sé cómo explicarlo.. me molesta que me toquen si yo no voy.

O si no sos muy muy muy amigo.


Lo peor, no sólo me molesta; sino que me angustia, porque no puedo decirle a la persona, abiertamente, que eso me disgusta mucho.


A veces me pregunto si no es un problema.

Es que cuando me tocan.. es como si me sintiera sucia...no sé, como si me estuviera dando cuenta que cada uno de tus dedos se está posando sobre una parte de mi cuerpo; como que todo mi cuerpo está pendiente de ese roce... es como cuando te agarran escalofríos, algo así.


Pero no es que yo no me acerco a nadie.

De hecho abrazo a muchos amigos ^^

Pero una cosa es si lo hago yo, otra es que vengan y se me tiren encima.. o que esten todo el día sobre mí.


Bueno, no sé por qué, pero tenía la necesidad de largar lo que pienso en algún lugar, y este es el idóneo.


Besiitos.

26.11.07

I



Siempre quise algo.
¿Qué?: Ni yo lo sé.
"Algo" que cambiase mi vida, mi forma de ver las cosas. O "algo" que me sacara de mi cajita de porcelana.
Quizás siempre quise algo que no fuera dulce, tierno y sencillo como todo lo que me rodeaba; sino que anhelaba algo fuerte, un poco violento, algo rudo, algo... algo extraordinario para mí.
Algo que fuera difícil de creer, pero real.
Y ese algo, llegó.

25.11.07

Desamparo 12/2006

A veces me pregunto dónde estarás
Y aunque sé que no regresarás
Las lágrimas inundan mis ojos
Y tu nombre llena mi boca.

¿Por qué lo que la tierra se lleva
No puede retornar?
Cuando te necesito a mi lado
Dolorosamente comprendo que ya no estás.

Y me hiere pensar
Que nunca mas te volveré a ver
Porque a pesar de lejos estar
En mi mente siempre te he de tener.

..Maldita muerte que llegas sin avisar
Golpea la puerta de mi hogar
Ante la de mis seres queridos llamar….

23.10.07

Anastacia..............


http://www.buscatube.cl/watch/y/upon/1/JOe4tvZZUsE/Anastasia-Once-upon-a-December-ENGLISH.aspx
Dancing bears,
Painted wings,
Things I almost remember,
And a song someone sings
Once upon a December.
Someone holds me safe and warm.
Horses prance through a silver storm.
Figures dancing gracefully
Across my memory...
Someone holds me safe and warm.
Horses prance through a silver storm.
Figures dancing gracefully
Across my memory...
Far away, long ago,
Glowing dim as an ember,
Things my heart
Used to know,
Things it yearns to remember...
And a song
Someone sings
Once upon a December

http://www.buscatube.cl/watch/y/una-vez-en-diciembre/1/w1AW5r4ieyY/Anastasia-Una-vez-en-Diciembre.aspx
Dulce voz,
ven a mi
haz que el alma recuerde
oigo a aún
cuanto oí
una vez en diciembre.
Quien me abraza con amor
veo prados alrededor
esa gente tan feliz
son sombras para mi.
Quien me abraza con amor
veo prados alrededor
esa gente tan feliz
son sombras para mi.
Cuando fue,
no murió
como fue lo que prende
volvera
esa voz
cuando llegue diciembre.
Oigo aun
cuanto oí,
una vez en diciembre.



No hay mucho para decir,
si lo pongo acá es porque es importante para mí.
Igual la que a mí me gsuta es la que está en inglés nomás,
la que está en español la dejo para que alguno recuerde la peli si es que la vio.

Voy a poner otras más que son importantes pronto.

19.10.07

Escrito para mi tía y para mí.

Perdón a todo aquel que se pasó por mi flog el día de la fecha y por lo tanto, ya leyó esto.
Pero la verdad verdadera (mi verdad verdadera) es que necesito tener esto acá, con el resto de mis cosas, por precaución y para aislarlo del mundo flogístico que a veces puede ser muy impersonal...
En fin.. aquí.. mi escrito del día :

"Bueno, no sé qué decir...
Hoy debería sentirme mal.
Debería estar triste, debería llorar, hoy debería ser un día gris.
Pero no sé por qué, no estoy mal como debería.
No estoy bien tampoco..
Sólo....... estoy.
Hace un año que te fuiste, que te perdí, que la enfermedad incurable, esa leucemia, te llevó lejos de mí. Hace un año que me falta tu presencia, tus miradas, tus pocas palabras, tu mano quizás. Hace un año que cada vez que entro a tu casa y recuerdo que no estás y que no podrás estar jamás me rompo de la pena que siento. Hace un año que ver tu habitación, tu cama donde dormías con el tío, me hace mal. Hace un año que cantar se nos volvió difícil si vos no estabas para escucharnos. Hace un año que mirar a los ojos de mi tío se volvió doloroso. Hace un año desde que hablar con mi tía, tu hermana, es algo que me angustie. Hace un año que veo en ella cosas tuyas y las extraño. Hace un año que no veo tus cosas.. y eso de verdad extraño. Hace un año estabas mal, muy mal, y sé que fue para vos mucho mejor irte, que sufrir más y sé, también , lo egoísta que fue de mi parte querer retenerte a nuestro lado. Hace un año que tu mirada no me mira desde ningún lugar. Hace un año desde que te dejamos marchar, de que lloramos tu ida sin retorno. Hace un año...... hoy, hace un año ya que estamos sin vos.
Pero hoy, no puedo derramar ninguna lágrima, y no es porque no te quiera.
Creo que en el fondo es porque detestaría admitir que de verdad te fuiste, que de verdad ya no estás más, que de verdad es imposible traerte de vuelta, que de verdad no vas a cruzar esa puerta para vernos......aunque todo esto mi razón lo sepa ya.
No es que no te quiera, no es que me haya olvidado de vos, te tengo presente muchas veces, quizás sea que no quiero llorarte hoy porque no es que hoy me acuerdo de vos por el año de tu ausencia; tu ausencia la llevo conmigo, y es algo que esta siempre en mi mente.
Quizás no lloro porque ya lloré demasiado.
O quizás porque no tengo razón para llorar.
Te extraño, me faltás; pero no podés volver, no podés. Y donde sea que estés, si es que podemos decir que estás, sé que estás mejor, sé que estas feliz, supongo que esperando a mi tío para que te siga acompañando, entonces..por qué he de lamentarme?
Tía te quiero y hoy más que nunca, aunque siento que te fallo al no poder soltar ni una lagrimilla para tí."


Es satisfactorio para mí poder escribir, poder liberarme, poder plasmar en palabras parte de lo que siento, de lo que me pasa...
Aunque ninguna de esas palabras termine de expresarlo todo.

No viene al punto, o quizás sí venga... quiero ser escritora.
Soy una escritora, pero quiero serlo con todas las letras.
Quiero mejorar.
Quiero hacer lo que más me gusta por mucho tiempo, por siempre si fuese posible, incluso aunque no llegara a los ojos de todos.



Denise.

16.10.07

Sueño en el que barría azúcar mientras te robabas mi alma.

Era uno de esos edificios enormes. De grandes ventanas, de muchas habitaciones amplias, de fuertes muros de piedra caliza, de vastos terrenos a su alrededor repletos de árboles de distintos tonos de verde y marrón.

Allí, aquel día el sol brillaba; pero cuando ella asomó su cabeza por la ventana para observar la belleza natural de todas las mañanas, cosa que era su primera acción al despertar, pudo vislumbrar que nevaba.

Y pudo ver también una figura oscura entre la blancura de la inmaculada y fría nieve que caía desperdigada. La figura pertenecía a un muchacho alto, cuyo rostro no pudo identificar.

........................

Su amiga llegó al rato. Delgada, de castaños cabellos enmarañados, vestimenta color tierra, jovial y tranquila, empezó a darle charla a la muchacha mientras ésta hacía las tareas del hogar con dedicación. La acompañaba a todos lados con su rostro sonriente.

........................

Sonaba el teléfono. La casa era muy grande, y costaba ubicar la procedencia del sonido. Su amiga le apuntó la habitación en la cual se encontraba el ruidoso artefacto. La muchacha puso su mano sobre él y levantó el tubo, llevando el auricular a su oreja, pero ningún sonido se escuchaba del otro lado del nacarado teléfono. La muchacha colgó y su amiga le dijo: "Dale, ya viene Mariel."

..........................

Mientras bajaba las escaleras (ya sola) al jardín para recibir a Mariel, la muchacha cruzó la mirada a través del ventanal de un pasillo. Y vio entonces al muchacho de la mañana, su alma. Cruzó más que veloz el tramo del portón de entrada hacia él, que la esperaba en el jardín. Y cuando llegó el muchacho se mostró feliz y por su rostro se cruzó una de sus radiantes sonrisas. Ella le saludó con alegría y sus ojos brillaban de la felicidad contenida. Entonces él le miro con gesto preocupado y preguntó con voz alarmante, como quien realmente necesita algo con todo su ser: "¿Dónde está Mariel?"

.....................................

No es necesario decir que la alegría de la chica se desvaneció por completo, pero simuló una sonrisa y guió al ojos claros hacia adentro, con una de sus manos sobre su hombro, y aunque él no le pertenecía, ella igual estaba en la Dicha.

......................................

Recorrieron juntos casi todas las instalaciones. Él con su mano en ella y ella con sus pensamientos sobre él.
Lo dejó en un habitación, de piso de madera y paredes cubiertas de papel amarillento, con dos ventanas amplias al jardín -casi todas las habitaciones daban al jardín- y cortinas pesadas de color claro, casi transparente que permitían el paso de la luz del sol al interior.
Él se sentó en una especie de sofá cama mientras ella dejaba sobre el escritorio de madera de la derecha algo que no puedo recordar, algo que brillaba, y era de un tamaño pequeño.
Luego de dejar desconocido objeto, se marchó con una señal de despedida de su mano y haciéndole saber que pronto traería a Mariel para él.

...............................................

Al cerrar la puerta suspiró como quien deja escapar la pena, mientras su amiga se acercaba y le avisaba que Mariel estaba llegando y que ellas debían barrer todo el lugar.

Empezó, pues, a buscar una escoba y una pala. Juntas entraron a una habitación del segundo piso, de puerta negra. Al abrirla se encontraron con una especie de tienda de ropa interior, tres mujeres las atendieron.La muchacha pidió una escoba y una pala. La mujer que parecía la dueña -la mayor- le dio una escoba de color plata y le señaló el piso donde se encontraba la pala.
Su amiga estaba por ahí mirando ropa.
Todo el lugar era demasiado blanco: el piso de loza blanca y la pared empapelada del mismo color límpido.
La dueña le indicó a la muchacha que limpiara el lugar.
Ella empezó a barrer. El polvo de color marrón era notorio sobre el blanco suelo.
La dueña le ordenó entonces que limpiara dentro de los vestidores si quería llevarse la pala y la escoba. La muchacha la miró raro, casi ofuscada, y empezó a pensar por qué esa mujer le daba órdenes si ella era la dueña de esa enorme casa. Al cabo de unos instantes la muchacha se estaba peleando con la dueña ante el estupor de sus dos vendedoras:
"¡Esta es mi casa y yo agarro la escoba y la pala si así lo quiero!"
"¡No, no lo harás!"
"¿Está insinuando que tengo que inclinarme ante usted y limpiar su lugar para poder llevarme esta escoba y esta pala?"
"Así es."
"¡¡Pero guárdese la escoba y la pala donde le plazca!!"

La muchacha se retiró indignada hacia un cuartito del primer piso, debajo de las escaleras de madera donde encontró su desvencijada escoba y una pala a punto de ser jubilada.

.....................................

Otra vez sin su amiga la muchacha barría.
Barría azúcar. Azúcar que estaba desparramada por el suelo... azúcar blanca, azúcar dulce, azúcar desperdigada cual arena por el piso de madera... o acumulada como pequeñas piedras a orillas de un río.
¿Pero dónde era que estaba barriendo la muchacha?
Levantó la mirada y vio entonces a Mariel y al chico, abrazados fuertemente y hablándose con pasión, como si hubieran pasado siglos sin verse mutuamente.

A la muchacha se le hizo un nudo en la garganta al ver dónde se encontraba, (en la habitación en la cual había dejado esperando a su alma) y pidió disculpas por interrumpir, aunque en realidad no le interesara en lo absoluto haberlo hecho, sólo quería irse de ese lugar rápidamente, salir al exterior, dejar de ahogarse en sus penas y correr al árbol de blancas flores de su jardín para llorar largo y tendido.

Pero Mariel le dijo: "No hay problema De, limpia tranquila."
Y siguió con él, besándolo ahora, frente a ella.

Y la muchacha llamada De siguió barriendo el dulce azúcar cabizbaja mientras pensaba en su amarga agonía.

5.10.07

¿Por qué?


¿Por qué?

¿Por qué apareces en mi vida cuando pretendo olvidarte ?

¿Por qué cada vez que estoy apunto de dar un paso hacia adelante, tu mirada hace que vuelva tres para atrás ?

Jugar este juego azaroso es un pecado que nunca debí cometer.

¿Por qué me tentaste, delicado diablo ?

Con tu imagen tortuosamente hermosa me pierdes...cada vez que quiero pensar en algo, las ideas quedan inconexas, y es que soy débil a tu belleza.

¿Por qué me viste y me elegiste en aquel tiempo?

¿Por qué me abandonaste y me dejaste así?

¿Por qué me heriste en ese momento ?

¿Por qué provocas que la herida nunca cierre ?

¿Por qué aunque no quiera te percibo en todo lados, te encuentro en donde miro, te hallo en donde leo, te pienso aunque no te veo ?

¿Por qué no te vas para siempre ?

¿o si apareces.. por qué no te quedas para siempre?


¿Por qué hoy, en el medio de la lluvia, caíste, dulce demonio negro, para recordarme que no soy algo deseable ?

¿Por qué ese afan tan desenfrenado de aparecerte siempre para hacerme notar mi soledad ?

¿Por qué cuando me miras, cuando me hablas, cuando me escribes, siento que sin vos no tengo razón por la cual vivir?

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué...?

¿Por qué tengo que cruzarte cada vez que te quiero olvidar?




No quiero recordar..............


Sola.. siempre sola.

27.9.07

La carta robada, mi razón.

Hacia calor.. no recuerdo si era de los primeros o los últimos días de clase.. creo que de los últimos...

Cuando era chica (estaba en 6to grado) tuve el placer de tener una excelente profesora de Literatura.
Con el tiempo me di cuenta que no era tan excelente, pero aún así le agradezo (desde ese entonces y al día de hoy) que me haya llamado al frente para leer un capítulo de ese cuento.

Desde ese instante, en el que la mujer saco el libro de su bolso, me abstraje totalmente de cualquier cosa y sólo le presté atención a lo que hacía.

La clase quedó en silencio, como era usual cada vez que ella ponía un pie en el aula, y entonces se sentó y comenzó a leer.

No sé si fue por su voz, o por lo que narraba el texto, o por el modo en que leía, o por los personajes, o por el énfasis que le ponía a determinadas palabras que eran claves, o por la presencia que poseía Auguste Dupin, pero a mí me había dejado fascinada.

Desde mi asiento, podía imaginarme a Dupin, tan sagaz; y al monsieur G***, con su mente tan simple; a quien narraba, sorprendido del hecho en cuestión; al ladrón, que habia sabido ser lucido; e incluso a la mujer robada, ultrajada ante sus ojos y sin poder decir nada.

Quizás ella se percató de mi interés repentino y entonces me llamó a leer.

Leí el fragmento en el cual Dupin explica cómo tomó la carta y todas sus deducciones del pensamiento del ladrón.

Luego, ella terminó de leer el cuento.

Lo analizamos (aun recuerdo que la premisa principal :"lo importante es que el ladrón sabe que la mujer sabe quién es el ladrón"), trabajé mucho y me gustó tanto...!

Y entonces me di cuenta de que me había encontrado a mí misma.

Empecé pues, a buscar todo lo que podía de EdgarAllan Poe.

Cada relato que existe de él yo lo leí.
O por lo menos sus más conocidos.

Un amigo de mi papá tiene un libro (que tiene esas hojas delicadas, como la Biblia) que contiene todos sus textos, poemas y cuentos. Todo, todo, todo.
De ahí leí bastante.

Quise conseguir esa maravilla de la creación, pero no lo he encontrado aún.
(Ya lo haré)

En fin.
La razón que me hizo poner este cuento acá es lo importante que es para mí.
Sin él, yo no sería nada de lo que soy, ni tampoco sería lo que voy a ser.

Grisel Denise González.

25.9.07

La carta robada, parte VI - Edgar Allan Poe

—Pero, ¿qué propósito tenía usted —pregunté— para reemplazar la carta por un facsímil? ¿No hubiera sido mejor, en la primera visita, arrebatarla abiertamente y salir con ella?
—D*** —replicó Dupin— es un hombre arrojado y valiente. Su casa, además, no carece de servidores consagrados a los intereses del amo. Si hubiera yo hecho la atrevida tentativa que usted sugiere, jamás habría salido vivo de allí y el buen pueblo de París no hubiera vuelto a saber más de mí. Ya conoce usted mis ideas políticas. Pero tenía una segunda intención, aparte de esas consideraciones. En este asunto, obré como partidario de la dama comprometida. Durante dieciocho meses el ministro la tuvo en su poder. Ella es la que lo tiene ahora en su poder: como D*** no sabe que la carta no está ya en su tarjetero, proseguirá con sus presiones como si la tuviera. Así provocará, él mismo, su ruina política. Su caída, además, será tan precipitada como ridícula. Es igualmente exacto hablar, a propósito de su caso, del facilis descensus Avernis; pues en todas especies de ascensiones, como la Catalani dice del canto, es mucho más fácil subir que bajar. En el presente caso no tengo simpatía, ni siquiera piedad, por el que desciende. D*** es ese monstrum horrendum, el hombre de genio sin principios. Confieso, sin embargo, que me gustaría mucho conocer el preciso carácter de sus pensamientos cuando, siendo desafiado por aquella a quien el prefecto llama «una cierta persona», se vea forzada a abrir la carta que le dejé para él en el tarjetero.
—¿Cómo? ¿Escribió usted algo particular en ella?
—¡Claro!. No parecía del todo bien dejarla en blanco; eso hubiera sido insultante.. Cierta vez D***, en Viena, me jugó una mala pasada, acerca de la que le dije, sin perder el buen humor, que no lo olvidaría. Así, como comprendí que sentiría alguna curiosidad respecto a la identidad de la persona que había sobrepujado su inteligencia, pensé que era una lástima no dejarle un indicio para que la conociera. Como conoce perfectamente mi letra, me limité a copiar en medio de la página estas palabras:
... Un dessein si funeste, S’il n’est digne d’Atrée, est digne de Thyeste, que se pueden encontrar en el Atreo de Crebillon.

24.9.07

La carta robada, parte V - Edgar Allan Poe

—El mundo material —continúo Dupin— abunda en muy estrictas analogías con el espiritual; y así se ha dado algún color de verdad al dogma retórico de que la metáfora o el símil pueda ser empleada para dar más fuerza a un pensamiento o embellecer una descripción. El principio de vis inertiæ, por ejemplo, parece idéntico en física y metafísica. No es más cierto en la primera, que un gran cuerpo es puesto en movimiento con más dificultad que uno pequeño, y que su subsecuente impulso es proporcionado a esa dificultad, que lo es en la segunda, que intelectos de la más vasta capacidad, aunque más potentes, constantes y fecundos en sus movimientos que los de inferior grado, son sin embargo los menos prontamente movidos, y más embarazados y llenos de vacilación en los primeros pasos de sus progresos. Otra cosa: ¿ha notado usted alguna vez cuáles son las muestras de tiendas que más llaman la atención?
—Nunca se me ocurrió pensarlo —dije.
—Hay un juego de adivinanzas —replicó él— que se juega con un mapa. Uno de los jugadores pide al otro que encuentre una palabra dada, el nombre de una ciudad, río, estado o imperio; una palabra, en fin, sobre la abigarrada y confusa superficie de un mapa. Un novato en el juego trata generalmente de confundir a sus contrarios, dándoles a buscar los nombres escritos con las letras más pequeñas; pero el buen jugador escogerá entre esas palabras que se extienden con grandes caracteres de un extremo a otro del mapa. Éstas, lo mismo que los anuncios y tablillas expuestas en las calles con letras grandísimas, escapan a la observación a fuerza de ser excesivamente notables; y aquí, la física inadvertencia ocular es precisamente análoga a la inteligibilidad moral, por la que el intelecto permite que pasen desapercibidas esas consideraciones, que son demasiado evidentes y palpables por sí mismas. Pero parece que éste es un punto que está algo arriba o abajo de la comprensión del prefecto. Nunca creyó probable o posible que el ministro hubiera dejado la carta inmediatamente debajo de las narices de todo el mundo, a fin de impedir que una parte de ese mundo pudiera verla.
»Pero cuanto más reflexionaba sobre el audaz, fogoso y discernido ingenio de D***, sobre el hecho de que el documento debía haber estado siempre a mano, si intentaba usarlo con ventajoso fin; y sobre la decisiva evidencia, obtenida por el prefecto, de que no estaba oculto dentro de los límites de sus pesquisas ordinarias, más convencido quedaba de que para ocultar aquella carta el ministro había recurrido al más amplio y sagaz expediente de no tratar de ocultarla absolutamente.
»Convencido de estas ideas, me puse mis gafas verdes y una hermosa mañana, como por casualidad, entré en la casa del ministro. Encontré a D*** bostezando, extendido cuan largo era, charlando insustancialmente, como de costumbre, y pretendiendo estar aquejado del más abrumador ennui. Sin embargo, es uno de los hombres más realmente activos que existen, pero tan sólo cuando nadie lo ve.
»Para pagarle con la misma moneda, me quejé de mis débiles ojos, y lamenté la forzosa necesidad que tenía de usar gafas, bajo el amparo de las cuales examinaba cuidadosa y completamente toda la habitación, mientras en apariencia sólo me ocupaba de la conversación con mi anfitrión.
»Presté especial atención a una gran mesa-escritorio, cerca de la cual estaba sentado D***, y sobre la que había desparramados confusamente diversas cartas Y otros papeles, uno o dos instrumentos de música y algunos libros. En ella, no obstante, después de un largo y deliberado escrutinio, no vi nada capaz de provocar mis sospechas.
»Por último, mis ojos, examinando el circuito del cuarto, se posaron sobre un miserable tarjetero de cartón afiligranado, que pendía de una sucia cinta azul, sujeta a una perillita de bronce, colocada justamente sobre la repisa de la chimenea. En aquel tarjetero, que tenía tres o cuatro compartimentos, había seis o siete tarjetas de visita y una solitaria carta. Esta última estaba muy manchada y arrugada. Se hallaba rota casi en dos, por el medio, como si una primera intención de hacerla pedazos por su nulo valor hubiera sido cambiado y detenido. Tenía un gran sello negro, con el monograma de D***, muy visible, y el sobre escrito y dirigido al mismo ministro revelaba una letra menuda y femenina. Había sido arrojada sin cuidado alguno, y hasta desdeñosamente, parecía, en una de las divisiones superiores del tarjetero.
»No bien descubrí la carta en cuestión, comprendí que era la que andaba buscando. En verdad, era, en apariencia, radicalmente distinta de aquella que nos había leído el prefecto una descripción tan minuciosa. Aquí el sello era grande y negro, con el monograma de D***; en la otra era pequeño y rojo, con las armas ducales de la familia S***. Aquí la dirección del ministro era diminuta y femenina; en la otra la letra del sobre, dirigida a un cierto personaje real, era marcadamente enérgica y decidida; el tamaño era su único punto de semejanza. Pero la naturaleza radical de esas diferencias, que era excesiva, las manchas, la sucia y rota condición del papel, tan inconsistente con los verdaderos hábitos metódicos de D***, y tan reveladoras de dar una idea de la insignificancia del documento a un indiscreto; estas cosas, junto con la visible situación en que se hallaba, a la vista de todos los visitantes, y así coincidente con las conclusiones a que yo había llegado previamente; esas cosas, digo, eran muy corroborativas de sospecha, para quien había ido con la intención de sospechar.
»Demoré mi visita tanto como fue posible, y mientras mantenía una de las más animadas discusiones con el ministro, sobre un tópico que sabía que jamás había dejado de interesarle y apasionarle, volqué mi atención, en realidad, sobre la carta. En aquel examen, confié a la memoria su apariencia externa y su colocación en el tarjetero; y por último, hice un descubrimiento que borraba cualquier duda trivial que pudiera haber concebido. Registrando con la vista los bordes del papel, noté que estaban más gastados de lo que parecía necesario. Presentaban una apariencia de rotura que resulta cuando un papel liso, habiendo sido una vez doblado y apretado, es vuelto a doblar en una dirección contraria, con los mismos pliegues que ha formado el primitivo doblez. Este descubrimiento fue suficiente. Fue claro para mí que la carta había sido dada vuelta, como un guante, lo de adentro para afuera; una nueva dirección y un nuevo sello le habían sido agregados. Di los buenos días al ministro, y me marché enseguida, abandonando sobre la mesa una tabaquera de oro.
»A la mañana siguiente fui en busca de la tabaquera, y reanudamos placenteramente la conversación del día anterior. Mientras Estábamos en ella empeñados, un fuerte disparo, como de una pistola, se oyó inmediatamente debajo de las ventanas del edificio, y fue seguido por una serie de gritos de terror, y exclamaciones de una multitud asustada. D*** se lanzó a una de las ventanas, la abrió y miró hacia la calle. Mientras, me acerqué al tarjetero, cogí la carta, la metí en mi bolsillo y la reemplacé por un facsímil (de sus caracteres externos) que había preparado cuidadosamente en casa, imitando el monograma de D***, con mucha facilidad, por medio de un sello de miga de pan.
»El tumulto en la calle había sido ocasionado por la loca conducta de un hombre con un fusil. Había hecho fuego con él entre un grillo de mujeres y niños. Se comprobó, sin embargo, que el arma estaba descargada, y se le permitió que continuara su camino, como a un lunático o un ebrio. Cuando se hubo retirado, D*** se separó de la ventana, a donde le había seguido yo inmediatamente después de conseguir mi objeto. Al poco rato me despedí de él. El pretendido lunático era un hombre a quien yo había pagado para que produjera el tumulto.

22.9.07

La carta robada, parte IV - Edgar Allan Poe

Cuando nos quedarnos solos, mi amigo consintió en darme explicaciones.
—La policía parisina —dijo— es sumamente buena en su especialidad. Es perseverante, ingeniosa, astuta y perfectamente versada en los conocimientos que sus deberes parecen necesitar con más urgencia. Así, cuando G*** nos detalló su modo de registrar los sitios en la casa de D***, tuve plena confianza en que había practicado una investigación satisfactoria, hasta donde lo permiten sus conocimientos.
—¿Hasta dónde lo permiten? —pregunté.
—Sí —dijo Dupin— Las medidas adoptadas eran, no solamente las mejores de su clase, sino que se acercaban a la perfección absoluta. Si la carta hubiera estado oculta en el radio de esa pesquisa, los agentes de policía, indiscutiblemente, la hubieran encontrado.
Me sonreí por toda respuesta, pero mi amigo parecía perfectamente serio en todo lo que decía.
—Las medidas, pues —continuo él—, eran buenas en su clase y bien ejecutadas; su defecto estaba en ser inaplicables al caso y al hombre. Un cierto conjunto de recursos altamente ingeniosos son para el prefecto una especie de lecho de Procusto, a los que adapta forzadamente sus designios. Así es que perpetuamente yerra por ser demasiado profundo, o demasiado superficial, en los asuntos que se le confían, y muchos niños de escuela son mejores razonadores que él. He conocido uno, de unos ocho años de edad, cuyos éxitos adivinando en el juego de «pares y nones» atraían la admiración de todo el mundo. Este juego es simple, y se juega con canicas. Uno de los jugadores oculta en su mano una cantidad de esas canicas, y pregunta a otro si ese número es par o non. Si el preguntado adivina, gana una; si no, pierde una. El niño de que hablo, ganaba todas las canicas de la escuela. Por consiguiente, tenía algún método para acertar, y éste se basaba en la simple observación y el cálculo de la astucia de sus contrincantes. Por ejemplo, un simple bobalicón es su contrario, y levantando una mano cerrada, y pregunta: ¿son pares o nones? Nuestro niño replica: «Nones», y pierde; pero a la segunda vez gana, porque entonces se dice a sí mismo: «El bobalicón tenía pares la primera vez, y su cantidad de astucia es justamente la suficiente para llevarlo a poner nones en la segunda; por consiguiente, apostaré «nones»; apuesta a nones, y gana. Ahora, con un bobo de un grado mayor que el primero, hubiera razonado así: «Este tal, sabe que en el primer caso aposté a nones, y en el segundo se le ocurrirá, en el primer impulso, una simple variación de pares a nones, como hizo mi otro contrario; pero entonces un segundo pensamiento le sugerirá que ésta es una variación demasiado simple, y, finalmente, decidirá poner pares como antes. Por consiguiente, apostaré a pares»; apuesta a pares, y gana. Ahora bien, este sistema de razonar en el niño de escuela, a quien sus compañeros llamaban afortunado, ¿qué es, en último análisis?
—Es simplemente —dije— una identificación del intelecto del razonador con el de su contrario.
—Eso es —dijo Dupin—; y después de preguntar al niño cómo efectuaba esa completa identificación en que residía su éxito, recibí la siguiente respuesta: «Cuando deseo saber cuán sabio o cuán estúpido, o cuán bueno o cuán malo es alguien, o cuáles son sus pensamientos en un instante dado, acomodo la expresión de mi rostro, tan cuidadosamente como me sea posible, de acuerdo con la expresión del rostro de él, y entonces trato de ver qué pensamientos o sentimientos nacen en mi mente, que igualen o correspondan a la expresión de mi cara.» La respuesta de este niño de escuela supera incluso la expúrea profundidad que ha sido atribuida a La Rochefoucault, la Bruyère, Maquiavelo y Campanella.
—Y la identificación —dije— del intelecto del razonador con el de su contrario, depende, si le entiendo a usted bien, de la exactitud con que se mide la inteligencia de este último.
—Para su valor práctico depende de eso —replicó Dupin—; y el prefecto y toda su cohorte fracasan tan frecuentemente, primero, por no lograr dicha identificación, y segundo, por mala apreciación, o mas bien por no medir la inteligencia con la que se miden. Consideran únicamente sus propias ideas ingeniosas; y buscando cualquier cosa oculta, tienen en cuenta solamente los medios con que ellos la habrían escondido. Tienen mucha razón en todo: que su propio ingenio es una fiel representación del de las masas; pero cuando la astucia del reo es diferente en carácter de la de ellos, el reo se les escapa; es lógico. Eso sucede siempre que esa astucia es superior de la de ellos, y, muy habitualmente cuando está por abajo. No tienen variación de principio en sus investigaciones; lo más que hacen, cuando se ven excitados por algún caso insólito, por alguna extraordinaria recompensa, es extender o exagerar sus viejas rutinas de práctica, sin modificar sus principios. Por ejemplo, en este caso de D***, ¿qué se ha hecho para modificar el principio de acción? ¿Qué es todo este taladrar, probar, hacer sonar y registrar con el microscopio, y dividir la superficie del edificio en cuidadosas pulgadas cuadradas y numeradas? ¿Qué es todo eso, sino una exageración de la aplicación de un principio o conjunto de principios de pesquisa, que está basado sobre un conjunto de nociones respecto a la ingeniosidad humana, a que el prefecto, en la larga rutina de su deber, se ha acostumbrado? ¿No ve usted que G*** da por sentado que todos los hombres que quieren ocultar una carta, si no precisamente en un agujero hecho con barrena en la pata de una silla, lo hacen, cuando menos, en algún oculto agujero o rincón sugerido por el mismo tenor del pensamiento que inspira a un hombre la idea de esconderla en un agujero hecho en la pata de una silla? ¿Y no ve usted también que tales rincones buscados para ocultar, se emplean únicamente en las ocasiones ordinarias, y sólo son adoptados por inteligencias ordinarias? Porque en todos los casos de ocultamiento cabe presumir que en principio se ha efectuado dentro de esas coordenadas; y su descubrimiento depende, no tanto de la perspicacia, sino del simple cuidado, la paciencia y la determinación de los buscadores; y cuando el caso es de importancia, o lo que quiere decir lo mismo a los ojos policiales, cuando la recompensa es de magnitud, las cualidades en cuestión jamás fallan. Ahora entenderá usted indudablemente lo que quise decir, sugiriendo que, si la carta hubiera sido ocultada en cualquier parte dentro de los límites del examen del prefecto, o en otras palabras, si el principio inspirador de su ocultación hubiera estado comprendido dentro de los principios del prefecto, su descubrimiento habría sido un asunto absolutamente fuera de duda. Este funcionario, sin embargo, ha sido completamente engañado; y la fuente originaria de sus fracaso reside en la suposición de que el ministro es un loco porque ha adquirido fama como poeta. Todos los locos son poetas; esto es lo que cree el prefecto, y es simplemente culpable de un non distributio medii al inferir de ahí que todos los poetas son locos.
—¿Pero se trata realmente del poeta? —pregunté— Hay dos hermanos, me consta, y ambos han alcanzado reputación en las letras. El ministro, creo, ha escrito doctamente sobre cálculo diferencial. Es un matemático y no un poeta.
—Está usted equivocado; yo le conozco bien, es ambas cosas. Como poeta y matemático, habría razonado bien; como simple matemático no habría razonado absolutamente, y hubiera estado a merced del prefecto.
—Usted me sorprende —dije— con esas opiniones, que han sido contradichas por la voz del mundo. Suponga que no pretenderá aniquilar una bien digerida idea con siglos de existencia. La razón matemática ha sido largo tiempo considerada como la razón por excelencia.
—Il y a à parier —replicó Dupin, citando a Chamfort—, que toute idée publique, toute convention reçue, est une sottise, car elle a convenue au plus grand nombre. Los matemáticos, concedo, han hecho cuanto les ha sido posible para difundir el error popular a que usted alude, y que no es menos un error porque haya sido promulgado como verdad. Con un arte digno de mejor causa, por ejemplo, han introducido el término «análisis» con aplicación al álgebra. Los franceses son los culpables de esta superchería popular; pero si un término tiene alguna importancia, si las palabras derivan algún valor de su aplicabilidad, «análisis» expresa «álgebra», poco más o menos, como en latín ambitus implica «ambición», religio, «religión», homines honesti, «un conjunto de hombres honorables».
—Temo que se enemiste usted —dije— con alguno de los algebristas de París; pero prosiga.
—Disputo la validez, y por consiguiente, el valor de esa razón que es cultivada en una forma especial distinta de la abstractamente lógica. Disputo, en particular, la razón extraída del estudio de las matemáticas. Las matemáticas son la ciencia de la forma y la cantidad; el razonamiento matemático es simplemente la lógica aplicada a la observación a la forma y la cantidad. El gran error consiste en suponer que hasta las verdades de lo que es llamado álgebra pura son verdades abstractas o generales. Y este error es tan extraordinario, que me confundo ante la universalidad con que ha sido recibido. Los axiomas matemáticos no son axiomas de validez general. Lo que es verdad de relación (de forma y de cantidad), es a menudo grandemente es falso respecto a la moral, por ejemplo. En esta última ciencia por lo general es incierto que el todo sea igual a la suma de las partes. En química el axioma falla también. En el caso de una fuerza motriz falla igualmente, pues dos motores de un valor dado no alcanzan necesariamente al sumarse una potencia igual a la suma de sus potencias consideradas por separado. Hay muchas otras verdades matemáticas, que son verdades únicamente dentro de los límites de la relación. Pero el matemático arguye, apoyándose en sus verdades finitas, según es costumbre, como si ellas fueran de una aplicabilidad absolutamente general, como si el mundo imaginara, en realidad, que lo son. Bryant, en su recomendable Mitología, menciona una análoga fuente de error, cuando dice que «aunque las fábulas paganas no son creídas, sin embargo lo olvidamos continuamente, y hacemos inferencias de ellas, como si fueran realidades». Entre los algebristas, no obstante, que son realmente paganos, las «fábulas paganas» son creídas, y las inferencias se hacen, no tanto por culpa de la memoria, sino por una incomprensible perturbación mental. En una palabra, no he encontrado nunca un simple matemático en quien se pudiera confiar, fuera de sus raíces y ecuaciones, o que no tuviera por artículo de fe, que x2 + px es absoluta e incondicionalmente igual a q. Diga usted a uno de esos caballeros, por vía de experimento, si lo desea, que usted cree que puede presentarse casos en que x2 + px no es absolutamente igual a q, y después de haberle hecho entender lo que quiere decir, eche a correr tan pronto como le sea posible, porque, sin ninguna duda, tratará de darle una paliza.
»Quiero decir — continúo Dupin, mientras me reía yo de su última observación— que si el ministro hubiera sido nada más que un matemático, el prefecto no habría tenido necesidad de darme este cheque. Le conocía yo, sin embargo, como matemático y como poeta, y mis medidas fueron adaptadas a su capacidad, con referencia a las circunstancias de que estaba rodeado. Le conocía como a un cortesano, y además como un audaz intrigant. Un hombre así, pensé, debe conocer los métodos ordinarios de acción de la policía. No podía haber dejado de prever, y los sucesos han probado que no lo hizo, los registros a los que fue sometido. Debe haber previsto las investigaciones secretas de su casa. Sus frecuentes ausencias nocturnas, que eran celebradas por el prefecto como una buena ayuda a sus éxitos, las miré únicamente como astucias para procurar a la policía la oportunidad de hacer un completo registro, y hacerles llegar lo más pronto posible a la convicción a la G*** llegó por último, de que la carta no estaba en casa. Comprendí también que todo el conjunto de ideas, que tendría alguna dificultad en detallar a usted ahora, relativo a los invariables principios de la policía en pesquisas de objetos ocultados, pasaría necesariamente por la mente del ministro. Eso le llevaría, de una manera inevitable, a despreciar todos los escondrijos ordinarios. No podía, reflexioné, ser tan simple que no viera que los más intrincados y más remotos secretos de su mansión serían tan de fácil acceso como los rincones más vulgares, a los ojos, a los exámenes, a los barrenos y los microscopios del prefecto. Vi, por último, que se vería impulsado, como en un asunto de lógica, a la simplicidad, si no la había deliberadamente elegido por su propio gusto personal. Recordará usted quizá con cuanta gana se rió el prefecto, cuando le sugerí en nuestra primera entrevista que era muy posible que este misterio le perturbara tanto por ser su descubrimiento demasiado evidente.
—Sí —dije—, recuerdo bien su hilaridad. Creí realmente que sufriría convulsiones.

21.9.07

La carta robada, parte III - Edgar Allan Poe

Casi cerca de un mes había pasado, cuando nos hizo otra visita, encontrándonos ocupados exactamente de la misma manera que la otra vez. Cogió una pipa y una silla, y principió una conversación sobre cosas ordinarias. Por último, le dije:
—Y bien, señor G***, ¿qué hay sobre la carta robada? Presumo que se habrá usted convencido, al fin, de que no hay cosa más difícil que sorprender al ministro.
—¡Que el diablo lo confunda! esa es la verdad; hice el nuevo examen, sin embargo, como Dupin me lo aconsejó, pero ha sido tiempo perdido, como yo suponía.
—¿A cuánto asciende la recompensa ofrecida, dijo usted? —preguntó Dupin.
—¿Cuánto? una gran cantidad, una recompensa verdaderamente liberal; no quiero decir cuánto exactamente, pero diré una cosa: y es que estaría dispuesto a dar un cheque con mi firma por cincuenta mil francos, a cualquiera que me entregara la carta. El asunto se está haciendo día a día cada vez más importante, y la recompensa ha sido recientemente doblada. Pero aunque fuera triplicada, no podría hacer más de lo que he hecho.
—Veamos— dijo Dupin lentamente, entre una y otra bocanada de humo—; realmente pienso, G***, que usted no ha hecho todo lo que podía en este asunto. ¿No cree que podría hacer un poco más?
—¿Cómo? ¿De qué manera?
—¡Pst! Creo, puff, puff, que usted podría, puff, puff, pedir consejo sobre este asunto; puff, puff, puff. ¿Se acuerda usted de lo que se cuenta de Abernethy!
—¡No! ¡Al diablo con su Abernethy!
—¡Está bien! al diablo con él, y buena suerte. Pero he aquí el hecho. Una vez, cierto ricacho muy avaro concibió la idea de obtener gratis de ese Abernethy una opinión médica. Habiendo procurado con ese objeto estar solo con él en una conversación corriente, le insinuó su propio caso como el de un individuo imaginario.
—Supongamos —dijo el tacaño—, que sus síntomas son tales y tales; ahora doctor, ¿qué le aconsejaría usted?
—¿Qué le aconsejaría? —dijo Abernethy—; ¡psh! que viera a un médico.
—Pero —dijo el prefecto, algo desconcertado—, yo estoy dispuesto a pedir consejo, y a pagarlo. Daría realmente cincuenta mil francos a cualquiera que me ayudara en este asunto.
—En ese caso —replicó Dupin, abriendo un cajón y sacando una libreta de cheques—, puede usted perfectamente hacerme un cheque por la cantidad mencionada. Cuando lo haya firmado, le entregaré la carta.
Quedé estupefacto. El prefecto parecía como herido por un rayo. Durante algunos minutos permaneció sin habla y sin movimiento, mirando incrédulamente a mi amigo con la boca abierta y los ojos que parecían saltárseles de las órbitas; después, aparentemente recobrando la conciencia de su ser, cogió una pluma y, después de algunas pausas y miradas sin objeto, hizo por último y firmó un cheque por 50.000 francos, y lo alcanzó por sobre la mesa a Dupin. Éste lo examinó cuidadosamente y lo guardó en su cartera; después, abriendo un escritoire, cogió de él una carta y la entregó al prefecto. El funcionado se abalanzó sobre ella en una perfecta convulsión de alegría, la abrió con mano temblorosa, arrojó una rápida ojeada a su contenido, y entonces, agitado y fuera de sí, abrió la puerta y sin ceremonia de ninguna especie salió del cuarto y de la casa, sin haber pronunciado una sílaba desde que Dupin le había pedido que hiciera el cheque.

20.9.07

La carta robada Parte II - Edgar Allan Poe

—Supongamos —dije—, que usted nos detalla las particularidades de su investigación.
—Los hechos son éstos: dispusimos de tiempo suficiente y buscamos en todas partes. He tenido larga experiencia en estos negocios. Recorrí todo el edificio, cuarto por cuarto, dedicando las noches de toda una semana a cada uno. Examinamos primero el mobiliario de cada habitación. Abrimos todos los cajones posibles; y supongo que usted sabe que, para un ejercitado agente de policía, son imposibles los cajones secretos. Cualquiera que en investigaciones de esta clase permite que se le escape un cajón secreto, es un bobo. La cosa así, es sencilla. Hay una cierta cantidad de capacidad, de espacio, que contar en un mueble. En este caso, establecemos minuciosas reglas. La quincuagésima parte de una línea no puede escapársenos. Después del gabinete, consideramos las sillas. Los cojines son examinados con esas delgadas y largas agujas que usted me ha visto emplear. De las mesas, removemos las tablas superiores.
—¿Por qué?
—Algunas veces la tabla de una mesa, u otra pieza de mobiliario similarmente arreglada, es levantada por la persona que desea ocultar un objeto; entonces la pata es excavada, el objeto depositado dentro de su cavidad y la tabla vuelta a colocar. Los extremos de los pilares de las camas son utilizados con el mismo fin.
—¿Pero la cavidad no podría ser detectada por el sonido? —pregunté.
—De ninguna manera, si cuando el objeto es depositado se coloca a su alrededor una cantidad suficiente de algodón en rama. Además, en nuestro caso, estábamos obligados a proceder sin ruidos.
—Pero no pueden ustedes haber removido, no pueden haber hecho pedazos todos los artículos de mobiliario en que hubiera sido posible depositar un objeto de la manera que usted menciona. Una carta puede ser comprimida hasta hacer un delgado cilindro en espiral, no difiriendo mucho en forma o volumen a una aguja para hacer calceta, y de esta forma puede ser introducida en el travesaño de una silla, por ejemplo. No rompieron ustedes todas las sillas, ¿no es así?
—Ciertamente que no; pero hicimos algo mejor: examinamos los travesaños de cada silla de la casa, y en verdad, todos los puntos de unión de todas las clases de muebles, con la ayuda de un poderoso microscopio. Si hubiera habido alguna huella de reciente remoción, no habríamos dejado de notarla instantáneamente. Un solo grano del aserrín producido por una barrena en la madera, habría sido tan visible como una manzana. Cualquier alteración en las encoladuras, cualquier desusado agujerito en las uniones, habría bastado para un seguro descubrimiento.
—Presumo que observarían ustedes los espejos, entre los bordes y las láminas, y examinarían los lechos, y las ropas de los lechos, así como las cortinas y las alfombras.
—Eso, por sabido; y cuando hubimos registrado absolutamente todas las partículas del mobiliario de esa manera, examinamos la casa misma. Dividimos su entera superficie en compartimentos, que numeramos para que ninguno pudiera escapársenos, después registramos pulgada por pulgada el terreno de la pesquisa, incluso las dos casas adyacentes, con el microscopio, como antes.
—¡Las dos casas adyacentes! —exclamé—; deben ustedes haber causado una gran agitación.
—La causamos; pero la recompensa ofrecida es prodigiosa.
—¿Incluyeron ustedes los terrenos de las casas?
—Todos los terrenos están enladrillados, comparativamente nos dieron poco trabajo. Examinamos el musgo de las junturas de los, ladrillos, y no encontramos que lo hubieran tocado.
—¿Buscaron ustedes entre los papeles de D***, por consiguiente, y entre los libros de su biblioteca?
—Ciertamente; abrimos todos los paquetes y legajos; y no sólo ¡Abrimos todos los libros, sino que dimos vuelta todas las hojas de todos los volúmenes, no contentándonos con una simple sacudida de ellos, como acostumbran a hacer algunos de nuestros agentes de policía. Medimos también el espesor de cada tapa de libro, con la más cuidadosa exactitud, y aplicamos a cada uno el más celoso examen con el microscopio. Si cualquiera de las encuadernaciones hubiera sido tocada para ocultar la carta, habría sido completamente imposible que el hecho escapara a nuestra observación. Unos cinco o seis volúmenes, recién traídos por el encuadernador, los examinamos con todo cuidado, sondeando las tapas.
—¿Registraron el suelo, bajo las alfombras?
—Sin duda. Removimos todas las alfombras, Y examinamos los bordes con el microscopio.
—¿Y el papel de las paredes?
—También.
—¿Buscaron en los sótanos?
—Sí
—Entonces —dije— han hecho ustedes un mal cálculo, y la carta no está entre las posesiones del ministro, como suponen.
—Temo que usted tenga razón —repuso el prefecto—. Y ahora, Dupin, ¿qué me aconseja que haga?
—Hacer una nueva revisión de la casa del ministro.
—Eso es absolutamente innecesario —replicó G***—; estoy tan seguro como que respiro, de que la carta no está en la casa.
—Pues no tengo mejor consejo que darle —dijo Dupin— ¿Tendrá usted, como es natural, una cuidadosa descripción de la carta?
—¡Ya lo creo!
Y aquí el prefecto, sacando un memorándum, nos leyó en voz alta un minucioso informe de la carta, especialmente de la apariencia externa del documento perdido. Poco después de esta descripción, cogió su sombrero y se fue, mucho más desalentado de lo que le había visto nunca antes.

18.9.07

La carta robada, parte I - Edgar Allan Poe

Al anochecer de una tarde oscura y tormentosa en el otoño de 18..., me hallaba en París, gozando de la doble voluptuosidad de la meditación y de una pipa de espuma de mar, en compañía de mi amigo C. Auguste Dupin, en un pequeño cuarto detrás de su biblioteca, au troisième, No. 33, de la rue Dunot, en el faubourg St. Germain. Durante una hora por lo menos, habíamos guardado un profundo silencio; a cualquier casual observador le habríamos parecido intencional y exclusivamente ocupados con las volutas de humo que viciaban la atmósfera del cuarto. Yo, sin embargo, estaba discutiendo mentalmente ciertos tópicos que habían dado tema de conversación entre nosotros, hacía algunas horas solamente; me refiero al asunto de la rue Morgue y el misterio del asesinato de Marie Roget. Los consideraba de algún modo coincidentes, cuando la puerta de nuestra habitación se abrió para dar paso a nuestro antiguo conocido, monsieur G***, el prefecto de la policía parisina.
Le dimos una sincera bienvenida porque había en aquel hombre casi tanto de divertido como de despreciable, y hacía varios años que no le veíamos. Estábamos a oscuras cuando llegó, y Dupin se levantó con el propósito de encender una lámpara; pero volvió a sentarse sin haberlo hecho, porque G*** dijo que había ido a consultarnos, o más bien a pedir el parecer de un amigo, acerca de un asunto oficial que había ocasionado una extraordinaria agitación.
—Si se trata de algo que requiere mi reflexión —observó Dupin, absteniéndose de dar fuego a la mecha—, lo examinaremos mejor en la oscuridad.
—Esa es otra de sus singulares ideas —dijo el prefecto, que tenía la costumbre de llamar «singular» a todo lo que estaba fuera de su comprensión, y vivía, por consiguiente, rodeado de una absoluta legión de «singularidades».
—Es muy cierto —respondió Dupin, alcanzando a su visitante una pipa, y haciendo rodar hacia él un confortable sillón.
—¿Y cuál es la dificultad ahora? —pregunté— Espero que no sea otro asesinato.
—¡Oh, no, nada de eso!. El asunto es muy simple, en verdad, y no tengo duda que podremos manejarlo suficientemente bien nosotros solos; pero he pensado que a Dupin le gustaría conocer los detalles del hecho, porque es un caso excesivamente singular.
—Simple y singular —dijo Dupin.
—Y bien, sí; y no exactamente una, sino ambas cosas a la vez. Sucede que hemos ido desconcertados porque el asunto es tan simple, y, sin embargo nos confunde a todos.
—Quizás es precisamente la simplicidad lo que le desconcierta a usted —dijo mi amigo.
—¡Qué desatino dice usted! —replicó el prefecto, riendo de todo corazón.
—Quizás el misterio es un poco demasiado sencillo —dijo Dupin.
—¡Oh, por el ánima de…! ¡Quién ha oído jamás una idea semejante!
—Un poco demasiado evidente.
—¡Ja, ja, ja!... ¡ja, ja, ja!... ¡jo, jo, jo! —reía nuestro visitante, profundamente divertido— ¡Oh, Dupin, usted me va a hacer reventar de risa!.
—¿Y cuál es, por fin, el asunto de que se trata? —pregunté.
—Se lo diré a usted —replicó el prefecto, profiriendo un largo, fuerte y reposado puff y acomodándose en su sillón— Se lo diré en pocas palabras; pero antes de comenzar, le advertiré que este es un asunto que demanda la mayor reserva, y que perdería sin remedio mi puesto si se supiera que lo he confiado a alguien.
—Continuemos —dije.
—O no continúe —dijo Dupin.
—De acuerdo; he recibido un informe personal de un altísimo personaje, de que un documento de la mayor importancia ha sido robado de las habitaciones reales. El individuo que lo robó es conocido; sobre este punto no hay la más mínima duda; fue visto en el acto de llevárselo. Se sabe también que continúa todavía en su poder.
—¿Cómo se sabe esto? —preguntó Dupin.
—Se ha deducido perfectamente —replicó el prefecto—, de la naturaleza del documento y de la no aparición de ciertos resultados que habrían tenido lugar de repente si pasara a otras manos; es decir, a causa del empleo que se haría de él, en el caso de emplearlo.
—Sea usted un poco más explícito —dije.
—Bien, puedo afirmar que el papel en cuestión da a su poseedor cierto poder en una cierta parte, donde tal poder es inmensamente valioso.
El prefecto era amigo de la jerga diplomática.
—Todavía no le comprendo bien —dijo Dupin.
—¿No? Bueno; la predestinación del papel a una tercera persona, que es imposible nombrar, pondrá en tela de juicio el honor de un personaje de la más elevada posición; y este hecho da al poseedor del documento un ascendiente sobre el ilustre personaje, cuyo honor y tranquilidad son así comprometidos.
—Pero este ascendiente —repuse— dependería de que el ladrón sepa que dicha persona lo conoce. ¿Quién se ha atrevido…?
—El ladrón —dijo G***— es el ministro D***, quien se atreve a todo; uno de esos hombres tan inconvenientes como convenientes. El método del robo no fue menos ingenioso que arriesgado. El documento en cuestión, una carta, para ser franco, había sido recibida por el personaje robado, en circunstancias que estaba sólo en el boudoir real. Mientras que la leía, fue repentinamente interrumpido por la entrada de otro elevado personaje, a quien deseaba especialmente ocultarla. Después de una apresurada y vana tentativa de esconderla en una gaveta, se vio forzado a colocarla, abierta como estaba, sobre una mesa. La dirección, sin embargo, quedaba a la vista; y el contenido, así cubierto, hizo que la atención no se fijara en la carta. En este momento entró el ministro D***. Sus ojos de lince perciben inmediatamente el papel, reconocen la letra de la dirección, observa la confusión del personaje a quien ha sido dirigida, y penetra su secreto. Después de algunas gestiones sobre negocios, de prisa, como es su costumbre, saca una carta algo parecida a la otra, la abre, pretende leerla, y después la coloca en estrecha yuxtaposición con la que codiciaba. Se pone a conversar de nuevo, durante un cuarto de hora casi, sobre asuntos públicos. Por último, levantándose para marcharse, coge de la mesa la carta que no le pertenece. Su legítimo dueño le ve, pero, como se comprende, no se atreve a llamar la atención sobre el acto en presencia del tercer personaje que estaba a su lado. El ministro se marchó dejando su carta, que no era de importancia, sobre la mesa.
—Aquí está, pues —me dijo Dupin—, lo que usted pedía para hacer que el ascendiente del ladrón fuera completo, el ladrón sabe de que es conocido del dueño del papel.
—Sí —replicó el prefecto—; y el poder así alcanzado en los últimos meses ha sido empleado, con objetos políticos, hasta un punto muy peligroso. El personaje robado se convence cada día más de la necesidad de reclamar su carta. Pero esto, como se comprende, no puede ser hecho abiertamente. En fin, reducido a la desesperación, me ha encomendado el asunto.
—¿Y quién puede desear —dijo Dupin, arrojando una espesa bocanada de humo—, o siquiera imaginar, un oyente mas sagaz que usted?
—Usted me adula —replicó el prefecto— pero es posible que algunas opiniones como ésas puedan haber sido sostenidas respecto a mí.
—Está claro —dije—, como lo observó usted, que la carta está todavía en posesión del ministro, puesto que es esta posesión, y no su empleo, lo que confiere a la carta su poder. Con el uso, ese poder desaparece.
—Cierto —dijo G***—, y sobre esa convicción es bajo la que he procedido. Mi primer cuidado fue hacer un registro muy completo de la residencia del ministro; y mi principal obstáculo residía en la necesidad de buscar sin que él se enterara. Además, he sido prevenido del peligro que resultaría de darle motivos de sospechar de nuestras intenciones.
—Pero —dije—, usted se halla completamente au fait en este tipo de investigaciones. La policía parisina ha hecho estas cosas muy a menudo antes.
—Ya lo creo; y por esa razón no desespero. Las costumbres del ministro me dan, además, una gran ventaja. Está frecuentemente ausente de su casa toda la noche. Sus sirvientes no son numerosos. Duermen a una gran distancia de las habitaciones de su amo, y siendo principalmente napolitanos, se embriagan con facilidad. Tengo llaves, como usted sabe, con las que puedo abrir cualquier cuarto o gabinete de París. Durante tres meses, no ha pasado una noche sin que haya estado empeñado personalmente en escudriñar la mansión de D***. Mi honor está en juego y, para mencionar un gran secreto, la recompensa es enorme. Por eso no he abandonado la partida hasta convencerme plenamente de que el ladrón es más astuto que yo mismo. Me figuro que he investigado todos los rincones y todos los escondrijos de los sitios en que es posible que el papel pueda ser ocultado.
—¿Pero no es posible —sugerí—, aunque la carta pueda estar en la posesión del ministro como es incuestionable, que la haya escondido en alguna parte fuera de su casa?
—Es poco probable —dijo Dupin— La presente y peculiar condición de los negocios en la corte, y especialmente de esas intrigas en las cuales se sabe que D*** está envuelto, exigen la instantánea validez del documento, la posibilidad de ser exhibido en un momento dado, un punto de casi tanta importancia como su posesión.
—¿La posibilidad de ser exhibido? —dije.
—Es decir, de ser destruido —dijo Dupin.
—Cierto —observé—; el papel tiene que estar claramente al alcance de la mano. Supongo que podemos descartar la hipótesis de que el ministro la lleva encima.
—Enteramente —dijo el prefecto— Ha sido dos veces asaltado por malhechores, y su persona rigurosamente registrada bajo mí propia inspección.
—Se podía usted haber ahorrado ese trabajo —dijo Dupin— D***, presumo, no está loco del todo; y si no lo está, debe haber previsto esas asechanzas; eso es claro.
—No está loco del todo —dijo G***—; pero es un poeta, lo que considero que está sólo a un paso de la locura.
—Cierto —dijo Dupin después de una larga y reposada bocanada de humo de su pipa—, aunque yo mismo sea culpable de algunas malas rimas.

4.9.07

Fotos de Intento de Estudio ?





Bueno, mi demacrada cara de No-tengo-ganas-de-estudiar en diferentes angulos.
Enjoy! (?)

1.9.07

-.Dolorosa Fantasía.-

Creí haberme enamorado
pero un demonio negro cayó,
mi felicidad y fantasía arruinó;
mi hombre era un golpeador.

Engañada por sus dulces palabras
fui cayendo en la trampa
y en las noches después del amor
sus insultos escuchaba.

Que era una zorra
que flirteaba con otros
de un modo u otro
mi sueño de príncipe azul y mi amado
se me fueron esfumando.

Sí, soy una puta
pero vos sos un desgraciado.

¿Para qué hechizarme?
¿Para qué enamorarme?
Si sólo querías voltearme
lo hubieras pedido
-cobro barato-
pero jamás me hubieses engañado.

Orgullo ya no tengo
y ahora perdí la ilusión
de encontrar un hombre bueno
y alejarme de este horror...

Jugaste conmigo,
con mi corazón.
¿Parezco una marioneta?
¿Soy similar a una muñeca?

Voy a tomar venganza
ahora que mío sos
más no te mataré con armas
haré algo un tanto mejor
te torturaré lentamente
hasta que pierdas la razón.

Si, era una puta
pero vos, un desgraciado.

¿Para qué hechizarme?
¿Para qué enamorarme?
Si sólo querías voltearme
lo hubieras pedido
-cobraba barato-
pero jamás me hubieses golpeado.

27.8.07

-.Sueño.-

Los gotas caían
como pétalos
de una blanca flor
tristemente deshojada

Y el corazón se rompía
como fragmentos
de una mentirosa imagen
cruelmente dañada

Y entre los desdichados pétalos
y el inmenso dolor
las lágrimas de un río
roían mi amor.

Y entre los lastimosos recuerdos
de una eterna felicidad..
..al ver los pétalos caer,
una sonrisa volvió a emerger
de ese profundo lago de hielo
de donde nadie la puede rescatar
hundida, dormida
en la extensa gama
de extraordinarios azules
¿Por qué ningún alma la rescata?

Segundos, minutos, horas.

"...cesa "
¿Un susurro?
Una mirada
¿Su redentor?

Se ensombrecen sus sueños
se ennegrecen sus deseos
pero tu triste mirada...
pero tu triste mirada,
dulce principe
de su roto corazón se apiada.

Lentamente con algo de pesar
levanta cada fragmento
y observando mis ojos sin brillo
une cada pedazo
anhelando ver
el reflejo de mi verdadero ser.

Pronto deja de llover
y tu mirada me devuelve
el brillo que habia creido perder
( que habia querido perder).

Y en ese lugar de mis recuerdos
tu me atas un nudo nuevo
dejando atras todos mis viejos.

Una mirada
Una sonrisa
Una palabra.
Rescatada.

21.8.07

El -supuesto- significado de mi nombre : Denise.

Denise :
Forma francesa y femenina de Dionisio [Dyonisius], o Baco, Dios del vino y la "fiesta"
>Consagrada a dios ante la adversidad<
Nombre femenino de origen griego.
Caracteristicas:Es independiente, femenina ( mentira totaaaaal) y franca. Es muy humana e intuitiva. Tiene facilidad para hacer amistades (completamente verdadero), a las que dá gran importancia en su vida. (idem)
Amor:Es romántica e idealista.


Análisis por numerología del nombre Denise
Naturaleza Emotiva:
Naturaleza emotiva que todo lo aprovecha. Se expresa por medio del método, la ejecución y la jerarquía. Ama lo sólido, lo que crece y lo protege. Le gusta sentirse seguro.
Naturaleza Expresiva:
Es exigente. Se expresa en forma original en la intimidad y en la integridad. Se distingue por su delicadeza (que buen chiste). Ama el buen criterio y el misterio. Busca la aprobación.
Talento Natural:
Es mente de pensamiento firme. Se expresa como pensador ágil, con capacidad analítica y tendencia a armonizar contrarios. Recibe impulso en las empresas que requieren de tacto, diplomacia. Amplia comprensión, penetrante adaptación y fusión de lo ancestral y lo actual. Ama complacer y recibir. Podría destacar en profesiones como estadístico, contable(wiii), empleado, diplomático, bibliotecario(wiii!x2), músico, político(wiii!x3), pintor (si tuviera talento..), escultor o mediador de paz.


Número de Suerte: 4 (juuuusto el numero dle dia de mi cumple)

(Este me lo averigué por placer, aunq no se si es verdad xD!) ( es la heráldica)
Apellido González
Origen : Apellido patronimico derivado del nombre propio Gonzalo, por lo que no existe necesariamente relación entre las distintas familias que con este apellido son de distintas regiones. Debido a lo extendido de este apellido frecuentemente va unido a otro que aumenta la identificación y que por regla general correspondía a los lugares o territorios conquistados o de los que procedian.Tiene numerosas probanzas de nobleza para el ingreso en Ordenes Militares y sentencias confirmatorias de hidalguia ante la Chacilleria de Valladolid, y declaraciones de nobleza de la Real Audencia de Oviedo.

Escudo : En campo de gules, un castillo de oro, almenado de tres torres.

17.8.07

Mi cuento perdedor

Fragmento sorpresivo de un sueño

Cuando desperté no supe donde estaba. Lo único que podía ver ante mis ojos eran retazos de hojas de un árbol.
Me encontraba recostado en el suelo, sin nadie a mi lado.
Me incorporé para ver el sitio en el cual había despertado. Era increíblemente hermoso.
Un árbol a mis espaldas ocupaba un vasto terreno con sus raíces... era alto y tan frondoso que formaba una gran sombra alrededor de él, haciéndole burla al sol.

El suelo, tupido de varias matas de verde pasto, estaba semicubierto de pequeñas, blancas y delicadas flores. Si… demasiado cursi para mi. Pero aún así el lugar encerraba una extraña belleza.
Comencé a recorrer el sitio.
Un paso, dos, tres, muchos pasos hicieron metros e incluso kilómetros recorridos a pie.
Pero nada. Nada de nada de nada. Era como si solo caminara hacia el frente tratando de llegar a tocar el horizonte – cosa q no sucedería nunca, me dije a mi mismo-.
Al cabo de un tiempo mi extrañeza por no ver nada se fue convirtiendo en enojo.
Lo recuerdo bien.
Empecé a gritar en busca de alguien, creyendo que quizás mis amigos se encontraban bromeando conmigo, vociferé sus nombres repetidas veces y mi alta voz impregnada de ira y palabras inadecuadas se fue perdiendo en el silencio de aquel tranquilo lugar.
Pasados unos minutos comenzó el crepúsculo.

En ese momento mi enojo se fue tornando en temor. La oscuridad estaba tomando poco a poco el vasto cielo y yo me encontraba solo en el medio de un sitio desconocido.
Lentamente sólo la luna quedó conmigo.
Volví caminando como podía al enorme árbol del inicio.
Creo que nunca había caminado tanto en mi vida, ni tropezado tanto, ni gritado tanto, ni pensado tanto.
No recordaba cómo había llegado allí.

Sólo la pequeña voluta de un recuerdo cruzaba mi mente.
Yo, en mi casa, discutiendo con mi hermana por un simple juego.
Luego de la gran pelea que incluyó llantos por parte de mi pequeña hermana, gritos por parte de mi mamá y mi plena irritación, otro soslayo de un recuerdo invadió mi mente: yo cerrando la puerta de mi habitación causando intencionalmente un gran estruendo.
Entonces ¿qué hacia yo allí? ¿Cómo había llegado?

Ensimismado en mis pensamientos olvidé mirar al suelo y caí de bruces al engancharme con una rama olvidada.
Negro era un adjetivo muy poco profundo para explicar el color que me rodeaba. El brillo de la luna guiaba mi camino. Pero aún así me sentía abandonado… recorriendo solo el cielo oscuro.

Mis pensamientos volvieron a divagar otra vez. ¿Estar acá sería un castigo por mi mal comportamiento? Me gustaría ver a mi familia... a mis amigos...

Y en eso pensaba cuando me encontré ante el imperioso árbol.
Bajo él las luciérnagas iluminaban todo.
Parecía que durante el día, bajo sus sombra se producía la noche; y que durante la noche, bajo sus frondosas ramas, se armaba el día. Era increíble la luz que irradiaba.
Me sorprendí y me enoje conmigo mismo por no haberla vislumbrado en la distancia mientras recorría aquel estrecho camino.

A medida que me acomodaba bajo el árbol para dormir, dado que otra cosa no podía hacer más que descansar y esperar a despertar en mi cama, encontré algo bajo mi espalda que me incomodó.

Puse la mano bajo mi espalda buscando aquello que me incomodaba y en el tanteo tomé algo aterciopelado y cuadrangular. Creí que era una caja a simple tacto pero luego (cuando lo tomé bien entre mis manos) me di cuenta de que era un libro.
No muy grande, pero si parecía muy antiguo.
Recubierto con una fina capa de terciopelo verde hubiera sido muy dificultoso si trataba de ubicarlo por voluntad.

A mí no me gustaba leer. Sencillamente nunca me gustó. No que no lo hubiera intentando, por supuesto, la insistencia de mi madre había conseguido que yo leyera un par de libros, pero como todo lo que me desagrada, sus historias quedaron en lo más recóndito de mi memoria.

Aun así las cosas no se dieron como había querido: me recosté para dormir, ¡lo intente con mucho esfuerzo! pero ese libro me llamaba.
Parecía que apenas lo alejé de mí y me decidí a dormir, el muy inteligente lanzó un hechizo contra mi para que no pudiera llevar a cabo mi ardua misión de descansar en medio de un lugar tan extrañamente tranquilo.

Traté, en vano, de luchar contra esa voz de mi interior que pedía a gritos descabellados e insistentes que tomara otra vez el libro en mis manos y que por lo menos, le echara una mirada decente.

Obviamente entre el maldito hechizo y la voz de mi cabeza no pude resistir por mucho, y al cabo de unos breves instantes me estaba reincorporando para tomar aquel pequeño texto.

Cuando lo agarré sentí la quemante necesidad de buscar en la tapa el título, el autor del libro y comprobar así que no me encontraba en un lugar desconocido... quizás si el autor era de mi nacionalidad eso demostraría que por lo menos aún me encontraba en el país…

… pero no. Di vueltas a ese libro de un modo desesperado en búsqueda de un autor, o el nombre de su dueño (quizás alguien lo había olvidado con anterioridad), o un año, o un lugar de edición o algo. Pero nada.
Cuando quise darme cuenta ya me encontraba leyendo la primera oración de aquel extraño libro.

“Ese chico no era, después de todo, un caso perdido como todos creían, pues tenia un pensamiento que iluminaba su alma: ser bueno para los demás y ser bueno para él, ayudar al otro y hacerlo sentir bien.”

Pues por supuesto que el libro no habla de mi – pensé- pero inmediatamente proseguí con mi lectura.

“Y no sólo eso. El chico era aplicado e inteligente y muchos le admiraban”

Suspiré. No, definitivamente no era mi caso. Quise dejar de leer. No me interesaba la vida de un chico que era bueno e inteligente.¿ Para qué leer sobre ellos cuando tu familia ya te restregaba en la cara que muchos muchachos de tu edad se comportaban mejor que tú?¿ Para qué leer sobre ellos, seres “supernaturales”, hombres que creen ser superiores por su inteligencia? Aunque todos sabemos que si quisiéramos podríamos ser inteligentes, después de todo, ¿de dónde sacaban ellos su inteligencia? De los libros, ¡por supuesto! Y el estudio sobre ellos era sólo cosa de voluntad, nada que uno no pudiera lograr con el simple hecho de intentarlo.

De repente me sentí apto para ser una persona inteligente. Siempre creí que no tenía remedio, pero en medio de mis deducciones había hallado una sencilla solución: ¡leer!
Si, bueno, debía hacerle espacio a la aversión que sentía por los libros y volver a intentarlo, cosa que no suponía una difícil tarea.
Seguí leyendo porque me di cuenta que si apartaba el libro a un lado otra vez no lo volvería a tomar.
Nunca supe si pasaron minutos… o horas, o días, o años, pero no dejé de leer hasta que llegué a la última hoja.
Eso fue un gran avance para mí. El libro había resultado ser interesante. El muchacho había pasado una vida mitad buena y mitad mala pero había ayudado a todo aquel a quien se proponía a ayudar y había cumplido con sus promesas y todos lo recordaban como una gran persona. Qué mejor mérito que ese, pensé, a medida que me recostaba aún con el libro en mis manos y poco a poco perdía noción del lugar en el que estaba mientras un par de hojas caían del árbol que parecía arroparme en esa oscura y fría noche eterna.
Si fuera un chico bueno y aplicado… si leyera más…
Me quedé dormido por completo.

Al volver a abrir los ojos reconocí el techo ante mi vista y al instante escuche el grito de mi mamá:
-¡Lautaro la próxima vez que estrelles así la puerta no te quedarán manos para hacerlo!
Increíble. Increíble. ¡¡Estaba en mi casa!!
Salté de mi cama y me lancé sobre la puerta abriéndola de un tirón y baje las escaleras hacia el rellano corriendo como un desaforado.
Apenas visualicé a mi mamá la abracé.
Noté que mi madre se había extrañado por mi comportamiento y se quedaba quieta ante mi repentino abrazo.
-Mamá -le dije- voy a estudiar más y voy a ser una persona buena, lo prometo.
La sorpresa estaba materializada en el rostro de mamá.
-Pero... pero... ¿Por qué? ¿Qué te pasó? Vos ya sabes que sos muy bueno, sólo tenés que comportarte mejor…
- No te preocupes mamu, a partir de ahora no habrán tantos errores como los que vengo cometiendo- la interrumpí- Te quiero.

Dejé de abrazarla, mi madre se sonrió y siguió con sus tareas y yo me fui a mi habitación a comenzar las mías y al abrir la puerta y ver mi escritorio fui el yo el sorprendido. ¡Allí estaba el libro que había leído!
Y por sobre todas las cosas... ¡Había un título en la cubierta!: “El libro, guía de tu alma y de tu mente“

González, Denise




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mil cosas para arreglar tiene
yo ni lo escribi pensando en q llegaria a entrar en ese certamen
lo escribi solo para la clase de catequesis ( el tema era : "el libro, luz de la fe y la razon" )

pero termino participando
al principio yo esperaba q se le hubiera traspapelado a la profesora
pero no, estaba participando

al principio queria que perdiera de una
pero como quedo
y quedo
y quedo
me ilusiono el muy maldito ¬¬
asi que no pude evitar sentirme algo feliz
XD!
y hoy ya dijeron que del colegio dos chicas de 4 mercantil ( yo estoy en el basico/bachiller )
ganaron ambas el segundo puesto
buuu
en parte mejor =P
pero en parte es triste

bueno nada por decir
no escribo para ganar
esa es la verdad
estoy acostumbrada a perder
pero coo soy insoportablemente perfeccionista
no tolero la derrota XD!
por eos no compito =P
( o por lo menos trato de no hacerlo )

me fui

besos

....:: yuki! ^^

9.8.07

Memorias.

Tenia miedo.
Era un lugar nuevo.
Para peor: estaba sola.

Caminé entre el mar de personas ( que luego pasaron a ser : "mis compañeros de curso") para encontrar un asiento que estuviera vacío. Mientras lo hacía, podía sentir cómo ciertos grupos me miraban.
Encontré un lugar.
Al dejar mis cosas escuche un tímido "hola" proveniente de mi -nueva- compañera de banco.
Morocha, bajita, de cabellos negros y ojos marrones, la muchacha me sonrió.
Ante su aceptación no pude más que responder entusiasmada el saludo.
Y entonces empezó mi día.
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Durante la semana fui rotando de compañera.
Y un día me tocó algo que me asombró y me dejo medio fascinada.

Me senté al lado de una chica.
Particularmente bonita, de cabello castaño bien claro, casi rubio y ojos color miel; la muchacha tenía apariencia de haber realizado deportes toda su vida.

Cuando la ví, automáticamente me dieron ganas de ser su amiga.

Aún recuerdo esa frase que largó y que repitió 80 veces durante mi breve estadia a su lado: " Te sentás acá sólo por hoy eh!, mirá que mañana vuelve mi compañera."

En ese momento no me parecío importante; si me pareció molesto.
Yo ya sabía que no iba a quedarme con ese lugar, pero ella me estaba re despreciando ¬¬

Al día siguiente vino su compañera y obviamente yo me tuve que buscar un nuevo lugar.
El único que conseguí se encontraba justo detrás de ellas.
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Eran fines de abril y yo seguía sin hablarme con nadie en particular.
Ya casi todos los grupos se estaban terminando de armar y yo seguía estando sola.
¿Qué me pasaba?

Se avecinaba mi cumpleaños.
Y estaba técnicamente sola.

me arme de valor y fui a preguntarles a ambas chicas ( la rubia y su compañera) si querían acompañarme al cine, porque iba a ser mi cumpleaños. Les comenté que mi papá podía llevarnos y, al finalizar la película, podía "devolverlas" a sus respectivas casas.

Al día siguiente me comentaron que aceptaban.

Luego de la salida nos fuimos hiciendo más y más amigas.

Empezaba una amistad.
Y estaba feliz ^^ ( porque ahora tenía compañía ).

Pero lo bueno dura poco.
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- Puedo sentarme con vos este año ?
- No, porque le prometí a ella que´nos íbamos a sentar siempre juntas.
- Pero vos podes sentarte con ella un año y el que le sigue vos conmigo y el que le sigue yo con ella =)
- No. Porque yo la quiero a ella.

Dolor. Dolor. Dolor.
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Siempre quise ser importante para ella, siempre quise que confiara en mí , que me tuviera en cuanta, que supiera que estaba, que atesorara sus cosas importantes conmigo, que pudiera revelarme sus miedos y yo poder ayudarla.

Pero eso nunca pasó.
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Pasaban los años y yo siempre me seguía sentando con personas distintas.
¿Qué me había hecho pensar que podríamos ser las tres buenas amigas ?
Yo siempre estaba sobrando.
Yo siempre tenía que rotar.
Si había un trabajo de a dos ellas siiiiiiiiiiiiempre lo hacían juntas y yo era la idiota que yiraba por todos lados preguntandole a alguien si podía hacer el trabajo conmigo, que generalmente terminaba haciendo sola.
Sola para variar, aunque supuestamente ellas me acompañaban.
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- Podríamos ir rotando para hacer los trabajos de computación, no?
- Pero nosotras ya habíamos cantado a principio de año que los haríamos juntas.
- Sí, eso es verdad Denu.
- Ya sé que es verdad, pero me molesta estar siempre con una persona distinta, ¿por qué ustedes no pueden pasar por lo mismo que yo de vez en cuando ? ¿ Por qué siempre soy yo al que está sobrando?
- Nada que ver! No sobrás!
- Si, obvio que no sobrás, nosotras te queremos!
- ( jah.. yo también) No siento que sea así. está bien , hagan lo que quieran, total de todos modos siempre voy a estar por ahí cuando me necesiten.
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Otra vez sola.
Que feo!
Que molesto!
Que engorroso!
Que... triste....
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Creo que muchas veces a lo largo de estos años maldije el día en el que se me cruzó por la cabeza invitarlas a mi vida.
Yo siempre estuve sobrando entre ellas dos.
Siempre en el medio.
Era imposible que estuvieramos las trs bien.
la chica rubia y deportista siempre tenía por sobretodo a su compañera ( mi amiga ) y a mí ( que siempre habia querido tener su confianza ) siempre me dejó de lado en comparación a ella.

Técnicamente las tres ERAMOS amigas, pero la verdad es que ellas dos siempre fueron inseparables.

Ilusa yo al querer que la rubia me tuviera más en cuenta que a su compañera por lo menos una vez.
Lo que llegaba a mí, de su boca, siempre eran comentarios.
Nunca pensamientos.
Nunca hehcos.
Nunca cosas del pasado.
Sólo jugadores lindos de fútbol y partidos y recitales y demás yerbas.
¿Tu vida ?
No.
Tu vida se la contabas a ella.
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Hubo muchos intentos de mi parte de tener su verdadera amistad.
Todos fueron en vano.
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Pero un día: oh milagro!
Se acercó a mí una chica que parecía muy tímida, que ya pertenecía como quien diría a "nuestro grupo" pero que siempre en mi prioridad de mis dos nuevas amigas , había sido media lejana a mí.
Hablamos un buena rato y despues entre ambas decidimos sentarnos juntas.
Yo no tenía ningún problema.

Y luego de conocerla a ella, sencillamente nunca más tuve ningún problema.
Nunca volvía a estar tan triste.
Ni a sentirme "la segunda", o "la usada".
Me sentía amiga.
Verdadera amiga.

Y mis lágrimas ya no fueron tan constanmtes y las peleas ya no fueron tan constantes y la prescencia de la rubia cada día me iba importando menos.

Esta nueva chica suplía su lugar y ella lo había tomado pro puro placer.
Y yo no estaba a su lado porque ella supliera el espacio brindado a la rubia (quien siempre lo había despreciado).
Yo estaba a su lado porque ella había resultado ser una persona excelente, carismática, simpática, sincera, profunda, compañera, oyente y relatora, consejera y aconsejada.

Siempre estuvo a mi lado para mí y yo siempre trato de estar a su lado , sólo para ella.
Y ahora nos despatarramos de risa con los desprecios que suele hacernos nuestra amiga la rubia.

Caro, muchas gracias por todo.
Siempre fuiste mi sol.
Te quiero tonta.
(L)

...:: Tu chula loca.

23.7.07

Vendo vendo....

Hola mis lindos lectores ^^
Hoy subo a este colectivo, sumándome en este viaje a su lado para ofrecerles algo que quizas aún nadie les haya ofrecido señores.
Como ustedes bien saben, me encuentro cursando el 4to año y, por ende, el año que viene viajaré a Bariloche. ( Exactamente en un año estaría en Bariló)
Por estas circunstancias, la empresa por la cual viajo junto con mis compañeras, nos han acercado una rifas ( 30 números a cada una, de las cuales yo recibí 20 porque son una manga de ineficientes, como los de Telefónica/Moviestar ).
De todos modos hoy me encuentro aquí para vender estas rifas cuyos premios son :

1º- T.V. color 20"
2º- 1 reproductor de DVD
3º- 1 reproductor de Mp3
4º- 1 tour a Barloche para 2 personas (Incluye bus ida y vuelta, 5 noches de alojamiento con desayuno y excursión)
5º- 1 tour a villa carlos paz para 2 personas ( Incluye bus ida y vuelta, 5 noches de alojamiento con desayuno y excursión)
6º y 7º - 2 estadias para Bariloche (incluye alojamiento con desayuno)
8º,9º y 10º- 2 estadias para Villa Carlos Paz ( incluye alojamiento con desayuno)


Sorteo correspondiente a la ultima jugada por la Lotería Nacional de Septiembre 2007.

Los números que me quedan por vender son los siguientes:
-038312
-038313
-038315
-038316
-038317
-038318
-038320
-038321
-038322
-038324
-038325
-038326
-038328
-038329

Mis precios son los siguientes acorde a los premios :
1 rifa = $15
2 rifas o más = $10 pesos c/u ( o sea si te comprás 2 serían 20 pesos, 3 equivaldrían 30.. etc)

Muchas gracias por su predisposición.
Si pudieran comprar me harían un gran favor, pues este dinero que estoy juntando con las ventas es para que pueda llevar allá durante el viaje.

Besos. ^^

16.7.07

Poema (?) viejo.... ( viejiiiiisimo!!)

Seducida, seductora...

Cada vez que leo tus escritos
No puedo evitar un suave sonrojo
Mi imaginación divaga
Y los textos mas desvergonzados
Surgen de mis manos

Pero son tus dedos
Los que con excelente vocabulario
Describen los pasajes eróticos
Con los que me empalago

¿Dónde aprendiste a escribir así?
¿Quién te enseñó a hacerme sentir
La extravagancia de vivir,
Cada fantasía de palabras descubrir,
Un modo de hacerme brillar y arder así?

Tal vez no te habrás percatado
De que tus líneas mi vida han llenado
Que no doy abasto
Si tus palabras una vez al día no he mirado

Abrigo en mi
La esperanza de encontrarte
Y de poder vivir
Las fantasías que idealizaste
Con todo lujo de detalles

¿Dónde aprendiste a escribir así?
¿Quién te enseñó a hacerme sentir
La extravagancia de vivir,
Cada fantasía de palabras descubrir,
Un modo de hacerme brillar y arder así?

Tal vez no te has percatado…
Pero mi ser de ti se ha maravillado…
Ahora no desea otra cosa más que tu cuerpo y tu alma…
Acércate seductoramente a mí y hazme todas aquellas cosas que relatabas…




Es viejo
creo que del año pasado..
si, del año pasado.
no estoy muy segura de aceptar coemntarios ahora porque este escrito me averguenza xD!
pero es lo que hay.

me fui muy rapido XD!

besos