No estaba festejando entonces. O quizás sí.
¿Quién puede verte sin ponerse feliz?
Me alegraste el martes, ¿por qué voy a mentir?
Me había olvidado de que estabas ahí.
Solté al deseo, lo dejé correr desenfrenado,
la ansiedad apuró sus pasos.
Te desvestí con torpe emoción,
los dedos ligeros me regalaron pronto la visión.
La acción se detuvo un instante,
chocó de lleno con tu imagen.
Fuera, el frío sosegado;
dentro, el calor, el regocijo crepitando.
Tan perfecta, tan dulce, tan tentadora.
Sé que este éxtasis se va a potenciar en cuanto te sienta en mí.
¿Quizás la magia también seas vos?
Sabés a chispa juguetona, a emoción.
La combinación perfecta entre la acidez y el dulzor.
Una sutil colisión, dual expresión.
La risa y la satisfacción.
Larga vida a la frescura que me convidás, al paraíso al que me llevás.
Por un momento, no es más martes, no existe el día.
Se me escapa la sonrisa, me duelen las mejillas.
No me sorprende tu presencia en esta fiesta.
Si pienso en un placer, tu nombre -indefectiblemente- es una de las respuestas.